08/12/2024 Clarín - Nota - Sociedad - Pag. 45

Está inspirado en el Museo Rodin de Francia. Fue adquirido hace 100 años para ser Embajada de Italia.
Palacio Alvear: una joya vendida sin estrenar, entre deudas y celos
Silvia Gómez

Aunque pasaba más tiempo del año en Europa que en Argentina, Don Federico de Alvear no estaba dispuesto a relegar su estándar de vida en su paso por Buenos Aires.
Como ocurría entre fines del 1800 y principios del 1900, las familias más ricas del país -generalmente, dueñas de las tierras- encargaban residencias palaciegas para ser habitadas, quizá, algunos pocos meses al año.
Así, Federico de Alvear, junto a su esposa Felisa Ortiz Basualdo Elía, adquirieron un lote sobre la avenida que en aquellos años llevaba el apellido Alvear (recién en 1950 cambia por Avenida Del Libertador).
Un lote en esquina, amplio, en una manzana atípica y sin construcciones lindantes. El edificio fue de estilo academicista francés, mansarda de pizarra negra, rodeada de jardines y con grandes e importantes salones, jardín de invierno y gran escalera de honor. Y un detalle que conserva en su ingreso: dos mascarones con los rostros Federico y Felisa. Sin embargo, Don Federico no habría pasado ni una sola noche en la vivienda, quese llamó Palacio Alvear. Es que cuando llegó para tomar posesión, dicen que quedó desconcertado por la orientación. En vez de "mirar" hacia la avenida, lo hace hacia la calle Billinghurst. La indignación le dejó una oportunidad servida en bandeja a Italia, que en 1924 modificó el status de representación de ese país en Argentina: pasó de Legación a Embajada. Y necesitaba un edificio acorde. Justamente para estos 100 años de la representación italiana en Argentina, se publicó La Embajada de Italia en Buenos Aires, el libro de los 100 años.
A través de la documentación histórica de AySA se sabe que entre 1922 y 1923 se presenta el proyecto y comienza la construcción.
En 1926 se solicitaron obras de ampliación.
Ese mismo año el estado italiano autoriza la compra y en 1927 se firma la compra, para la que consigue un descuento: pagó 1.200.000 pesos de la época, 300.000 menos que el precio original solicitado por los Alvear.
Alvear quiso queestuviera inspirada en el Hotel Biron (1732), del arquitecto Jean Aubert. En 1908, el célebre escultor Auguste Rodin lo descubre en estado de abandono y alquila 4 habitaciones en la planta baja. De a poco lo recupera y para 1919 se transforma en el Museo Rodin.
"Eran emulaciones, transculturaciones -explica el arquitecto e historiador Fabio Grementieri.
El año pasado la fachada del edificio fue puesta en obra, con curaduría de José Ignacio Barassi (es Monumento Histórico Nacional desde 2018). Y redescubrieron la firma de un constructor, Angelo Rabuffetti, que en trabajos anteriores había quedado tapada. Toda una curiosidad, porque los Alvear - Ortiz Basualdo no convocaron a alguno de los tantos arquitectos famosos de la época, sino a un albañil de la provincia de Varese, que emigró y aquí estableció su constructora.
Clarín fue recibido por el embajador, Fabrizio Lucentini, quien ofició de anfitrión para mostrar el lugar. De hecho aquí vive y trabaja, desde agosto de 2021. Ya interiorizado con la historia, con la investigación para el libro, cuenta que la venta pudo haber sido una venganza de Felisa, más allá de los problemas de dinero: "Se dice que había deudas y que Felisa impulsó la venta para hacer frente a las contraídas en Francia. Pero también pudieron haber influido temas personales", cuenta.
Luz de Santa Coloma, nieta de Federico y Felisa, indicó que, aparentemente, en París, Felisa quedó encantada con un Rolls Royce.
Cuando intentó adquirirlo, le informaron que Federico ya lo había comprado. Así, ella quedó a la espera de ese regalo, que nunca llegó.
Porque terminó en manos de otra mujer.
De hecho Felisa firma sóla la venta y Federico manda un apoderado.
"Felisa se muda con sus hijas a una casa en la calle Ocampo y Federico, indignado, se muda a la finca familiar, a Sans Souci", cuenta Santa Coloma. Después de todo, uno de los palacios más espectaculares de Buenos Aires.
Volviendo a la embajada -en donde Lucentini vive junto a su esposa, sus dos hijos y Azuki, un perrito de raza japonesa-, cuenta que el gran desafío fue que llegara a este aniversario mostrando toda su grandilocuencia.
"Durante 2023 se hizo una importante restauración de la fachada. En años anteriores se había pintado, con látex, lo que provocaba serios problemas de humedad hacia el interior. Lo que se hizo fue devolverle su fachada original, de simil piedra Paris", explicó. Y se decidió también recuperar los magníficos jardines.

Desde el jardín. La residencia que Federico y Felisa nunca usaron. FOTO: GUILLERMO RODRIGUEZ ADAMI


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