![]() La central obrera disminuyó la pelea contra el Gobierno La CGT, enredada en su laberinto Por Felipe Yapur Los combativos, que apoyan a CFK, buscan seguir resistiendo el ajuste de Milei. Daer y Acuña, con Kicillof, apuestan al diálogo. Javier Milei se aproxima a cumplir su primer año al frente del gobierno y, más allá de los presagios (e incluso deseos), logró recorrer estos meses sobreviviendo a los problemas anunciados y autoproducidos. Es más, alcanzó una serie de objetivos a través de muchos DNU y unas pocas leyes que tienen como denominador común el que ninguno sea favorable a los intereses de las grandes mayorías y/o los más desposeídos. Esto no fue por obra y gracia de las fuerzas del cielo, todo lo contrario. El libertario contó con ayudas bien terrenales, algunas muy interesadas y otras por errores propios de la oposición política, la social e incluso sindical. Estos últimos tuvieron en este año de Milei un rol protagónico. La CGT opuso resistencia desde un primer momento, pero con el correr de los meses las diferencias internas, amplificadas por las disputas cada vez más profundas en el peronismo, provocaron que la fuerza inicial disminuyera dejando a la central sindical en una virtual parálisis. El sector que predomina en la conducción ha priorizado la negociación con el Gobierno por encima de las cuestiones más urgentes y necesarias de los trabajadores. Tal vez para estos dirigentes la táctica elegida resulte la adecuada. Sin embargo, no parece ser la ideal para los de abajo, las bases y sus salarios enflaquecidos. Milei atacó a los trabajadores desde que asumió. La devaluación del 118 por ciento y el DNU 70/2023 fueron las primeras y principales armas. Luego llegaría la ley Bases que contó la ayuda inestimable de la oposición "dialoguista". La CGT en su conjunto, como hacía tiempo no se veía, reaccionó de inmediato. Apostó a tres líneas de acción. La política, la judicial y la acción directa. La primera fue la gestión con los diferentes bloques parlamentarios para que rechazaran lo que en ese momento se llamaba proyecto de ley ómnibus y que después se convertiría en ley Bases. La otra línea, la judicial, fue exitosa. Lograron obtener amparos contras los capítulos destinados a destruir la legislación laboral que incluye el DNU 70. El rechazo al decreto en el Senado no pudo avanzar en la Cámara de Diputados. El oficialismo con ayuda del PRO, la UCR y partidos provinciales, mantiene vigente el DNU 70. La calle fue el escenario donde la CGT junto a las dos CTA y las organizaciones sociales predominaron durante los primeros cinco meses. El paro y la imponente movilización del 24 de enero resultó una primera estocada contra la humanidad presidencial. Acá jugaron un rol más que importante las regionales de la central obrera. La normalización, después de casi 50 años, de las 73 regionales le permitió a la CGT ampliar aún más la efectividad de las medidas de fuerza. Una tarea que recayó en la Secretaría de Interior que ocupa Abel Furlán de la UOM y que concretó Horacio Otero recorriendo cada una de las provincias y sellando la unidad en las regionales. La dirigencia sindical acompañó también las marchas del 8 y 24 de marzo. En Abril apoyaron la marcha universitaria y por último el paro del 1º de mayo. Luego, de a poco, la CGT regresó al estilo donde se siente más cómoda: el dialoguista. Continuaron en la calle, las dos CTA, las organizaciones sociales y las batallas sectoriales como la de los aeronáuticos contra el intento privatizador de Aerolíneas Argentinas. Y los problemas internos resurgieron. Esta vez también atravesados por el proceso de reordenamiento del PJ. El más importante fue la salida de Pablo Moyano de la conducción de la CGT. Su partida no provocó una fractura, al menos por ahora. El motivo fue la decisión del ala dialoguista, representadas por Héctor Daer (sanidad) y Carlos Acuña (estaciones de servicio), de abandonar las medidas de acción directa porque, como dijo el titular de UPCN, Andrés Rodríguez: "No hay un clima apropiado para que una medida de fuerza". El dato político es que los dialoguistas (con el gobierno) se identifican con el gobernador Axel Kicillof. En tanto que los combativos están más cerca de Cristina Kirchner. La opción por uno u otro hizo que la distancia gremial se incremente aún más. Y es que aquellos que comulgan con CFK le recriminan al gobernador bonaerense la prescindencia en la interna del PJ. "pero si es lo que es gracias a Cristina. ¡Se muestra como candidato presidencial, pero faltan más de tres años! Que no joda y acompañe", advierten en este sector sindical. Los que prefieren a Kicillof les gusta la distancia que hay con CFK. Se lo vienen recomendando (reclamando) desde el año pasado, luego de que renovara su mandato de gobernador. Según comentan en este sector, Kicillof les había pedido tiempo porque, afirman, necesitaba ganar músculo político para "independizarse". Ante este escenario, la idea del sector combativo para suplir la imposibilidad momentánea de conducir la CGT, es apostar a las organizaciones satélites de la central sindical. Una es la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte (CATT) con la que armaron la Mesa Nacional del Transporte y realizaron el paro del 30 de octubre pasado. La otra es la Confederación de Sindicatos Industriales de la República Argentina (Csira), que conduce Ricardo Pignanelli de Smata. Este grupo denunció que entre noviembre de 2023 y agosto de 2024 se perdieron más de 126 mil puestos de trabajo en la industria, construcción y minería. Es verdad que dentro de la CATT y Csira hay dirigentes que comulgan más con los dialoguista, pero es la estrategia que encontraron para mantener la confrontación contra el gobierno de Milei, el que desprecia a los trabajadores. Un sector mayoritario de la CGT priorizó el diálogo con Milei y Pablo Moyano renunció, pero la central obrera no se fracturó. Por ahora. El paro y la movilización del 24 de enero representaron un duro golpe para Milei. Menciones: cpol2 ejesapp
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